martes, 22 de enero de 2013

DOSSIER ANTONIO BLAY Un pequeño extracto (II)


Hace un tiempo os copié un fragmento del Dossier de Antonio Blay, y hoy os copio la continuación.

Considero que este Dossier es una joya para todo el que quiera "abrir los ojos" y despertar su conciencia.

Más adelante os copiaré más (aunque tengo colgado en mi blog el dossier completo en pdf por si a alguien le interesa leerlo de tirón)

Formación del modelo. 
Cuando somos pequeños se nos va educando y educar consiste en que se nos 
vaya diciendo lo que hay que hacer, cómo hay que hacerlo, y lo que no hay que 
hacer. El niño va aprendiendo eso que se le enseña, pero no sólo lo aprende 
sino que lo acepta tal como se le da, es decir, como la verdad y el bien (...). O 
sea que el niño se identifica a sí mismo como valor en tanto que modelo y en 
tanto que modo particular de ser. 
El niño va aceptando esta idea que se le da de que él no vale como ser, sino 
que su único valor está en su modo de ser, de que él no “es”; Él es o bueno o 
malo, o listo o tonto, pero el “ser”, él “es”, esto no existe, no tiene ningún valor. 
El “ser” (este foco de inteligencia, de energía y de afectividad), es algo central 
en el niño, en todo el mundo, es algo central que surge del fondo, del fondo de 
la mente, del fondo de la afectividad, del fondo de la energía. 
Pero, en cambio, el modo de ser se adquiere a través de la mente concreta. 
Y en la medida que el niño acepta que su valor está en el modo de ser, 
necesita retener el modelo con su mente concreta, provocando la progresiva 
desconexión de su fondo natural. 
Al situarse en el sector más exterior de la mente se desconecta del fondo, 
donde está su propia fuente de energía vital y por lo tanto su propia conciencia 
de seguridad como ser concreto. 
Se desconecta también de su fondo afectivo, su fondo afectivo de donde está 
fluyendo toda su capacidad de amar, de gozar, de felicidad. 
Y se desconecta también de su fondo mental desde donde el niño tiene la 
capacidad de ver por sí mismo (...), se desconecta de su capacidad de 
evidencia y entonces todo él empieza a vivir a partir de esa fachada, del modo 
de ser. 
La desconexión de este fondo (de seguridad, de este fondo de felicidad, de 
este fondo de evidencia) impide al niño que viva directamente, en su fuente, 
estas cualidades básicas, obligándole a proyectar en el exterior. Entonces 
estará exigiendo que el exterior le dé seguridad, que el exterior le dé felicidad, 
que el exterior le dé la información que ha de aceptar. 
Del fondo surge todo lo que soy capaz de vivir y uno se desconecta del fondo 
para instalarse en la mente externa y convierte esta mente externa en un 
centro artificial. 
Lo importante es que se vea claro que el modelo implica -cuando se convierte 
en centro- la desconexión del centro natural. 

La triple angustia. 
Así pues el niño proyecta al exterior lo que corresponde a su fondo. 
El niño se ha desconectado de su fondo de donde podría  surgir la respuesta 
natural, óptima a cada situación, y está viviendo en su centro artificial; pero el 
exterior le niega el afecto, la felicidad, la seguridad. Entonces el niño se 
encuentra sin soporte central y sin soporte exterior y  por unos momentos se 
encuentra totalmente aislado, desconectado, en una soledad total. Es el estado 
de angustia fundamental, y esta angustia es triple, porque está funcionando en 
cada nivel. 
Hay la angustia mental de que él creía que actuando de un modo tenía seguro  
“si yo soy bueno me querrán”. Pero a veces él cree ser bueno y las cosas no 
funcionan bien, entonces el niño tiene como una inseguridad total en el aspecto 
mental, “no sabe”, aquello que le parecía claro, aquella información que tenía, 
(...) falla y aparece una angustia en el aspecto mental. Es lo que luego se vivirá 
como angustia de identidad “¿quién soy yo? o ¿qué he de ser yo”. Ésta es la 
base de la angustia de identidad. 
En el aspecto afectivo el niño se siente que no recibe afecto y el niño pequeño 
necesita el afecto como necesita el aire y necesita los alimentos. Entonces vive 
una angustia de abandono, de soledad afectiva. Aquí tenemos la segunda 
vertiente de la triple angustia, esto es, la angustia de abandono, de soledad, de 
frustración afectiva. 
La tercera vertiente se manifiesta en el aspecto de la energía. El niño ante esta 
situación de inseguridad y de abandono se ve incapaz de poder hacer nada, se 
siente impotente. Es la angustia de impotencia.
Siempre se halla presente esa triple angustia; lo que sucede es que en unos 
casos se manifestará más en un aspecto que en otro, pero siempre se hallan 
los tres aspectos; la angustia de identidad, la angustia afectiva, de abandono, y 
la angustia de impotencia. 
¿Qué hace el niño frente a esta situación de angustia? (...) pues hace lo que 
puede para salir de esta angustia, lo que está a su alcance. 
Entonces el niño busca una solución para huir de este estado inaguantable de 
angustia. Una solución que también aquí se puede ver por sectores. 
En el  aspecto de identidad el niño puede buscar la solución que consiste en 
crear un supermodelo, que es la obligación de ser siempre totalmente bueno. 
Entonces esta idea le atenúa la angustia porque le abre una esperanza y por 
ello se adhiere a esa consigna que se convertirá en un modelo para el futuro. 
Y ahí tenemos las personas que luego están viviendo toda la vida bajo la 
obligación interior de ser siempre totalmente buenos (...) juegan a ser buenas 
simplemente porque están obedeciendo a esta consigna; la necesidad 
imperiosa de sentirse buenas, porque si no, surge de nuevo la angustia. A esto 
se le llama una necesidad compulsiva: la persona se siente obligada a ser 
buena porque si no vuelve a surgir la angustia (...), la decisión de ser bueno era 
para huir de la angustia de identidad. 
Puede ser que, en lugar de con este modelo de “voy a ser superbueno”, el niño 
reaccione de otra manera, que reaccione al revés, que reaccione diciendo “yo 
he sido bueno y no me han comprendido, me han fallado, no hay derecho, y 
protesto” y el niño, entonces, siente rebeldía frente a esta situación de rechazo 
y, curiosamente, en la medida que él siente rebeldía es como si se atenuara su 
angustia. 
Así que al vivir la protesta o al vivir el rechazo se siente más afirmado, más él 
mismo y la angustia tiende a disminuir. Aquí también está la necesidad 
compulsiva, en este caso de oponerse, de reaccionar en contra. 
Pero puede ser también que ante la angustia de identidad reaccione de otra 
manera que no es ni ser bueno ni ser malo, sino que es cerrarse al exterior, 
huir del exterior, renunciar a la aceptación del exterior. El razonamiento (...) 
sería: “no se puede confiar en el exterior, siempre falla; yo me retiro”. Entonces 
este niño se inhibe interiormente, se aísla (...) se desconecta. 
Estos son los tres tipos principales de modelos para huir de la angustia de 
identidad (...). Lo cual quiere decir que en la medida que no vivo esto, 
reaparece la angustia que en todo momento ha estado dentro, y eso es 
importantísimo entenderlo porque en el trabajo de autodescubrimiento es 
inevitable que surja esa angustia que está dentro y, si uno no comprende que 
es natural que esté ahí, al sentir la angustia huirá y dejará de hacer el trabajo. 
Y esa barrera es inevitable pasarla, sea cual sea el camino que uno siga, si es 
realmente camino. 
¿Qué sucede en el  aspecto afectivo, la angustia propiamente afectiva, la 
angustia de abandono, de soledad?. 
Hay varias soluciones también, lo que suele ser más habitual es la reacción de 
decir “yo voy a conseguir como sea que me quieran”. Así  que surge la 
necesidad, la exigencia de conseguir que alguien nos quiera, y entonces 
buscamos amigos,... que sean como una especie de amigos juramentados, con 
quienes hay un compromiso de fidelidad Son una válvula de seguridad por la 
cual nos aseguramos un mínimo de comprensión y de afecto.
La necesidad de asegurarme el afecto, la necesidad compulsiva. Y cuando 
aquella persona me falla hace resurgir de nuevo mi angustia de abandono. 
“Yo quiero aquello que me hace sentir bien a mí”. No quiero aquello por ello 
mismo, lo que quiero es lo que aquello me da. Y cuando aquello me falla yo me 
siento desamparado 
En el aspecto energía, la angustia de impotencia genera en mí la necesidad de 
afirmarme como persona fuerte y ¿cómo puedo ser fuerte cuando de hecho 
estoy viviendo como un desgraciado?. Pues sólo hay un modo: 
imaginativamente, y empiezo a imaginar y empiezo a juzgar. Entonces yo 
utilizo mi mente y mi imaginación como una herramienta para vivirme como una 
persona fuerte para huir de mi angustia de sentirme impotente y entonces 
sueño que un día llegaré a ser muy valioso (...), sueño siempre, de un modo u 
otro, con llegar a ser una persona fuerte, utilizando la mente para juzgar al otro 
y condenarlo, para minimizarlo. 
En la medida en que en la mente yo estoy negando el valor del otro me estoy 
afirmando implícitamente a mí, que me sitúo por encima, al juzgarlo y 
condenarlo. Se emplea el pensar como herramienta de poder. 
La mente está haciendo esta función simbólica de poder, de afirmarse como 
ser poderoso, superior.
Con todo esto tenemos un armazón de cómo se construye nuestro estilo 
habitual de vida. 
Esta explicación es para que uno la mire en sí mismo, es  para que uno la 
descubra en sí mismo (...); es una hipótesis para que uno observe en sí mismo 
y vea lo que está pasando en uno mismo. 
Es ir observando toda esta dinámica, ir descubriendo toda esta estructura. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vistas de página en total